En inglés, la palabra design funciona indistintamente como sustantivo y como verbo (circunstancia que caracteriza, como pocas, el espíritu de la lengua inglesa). Como sustantivo significa, entre otras cosas, "intención", "plan", "propósito", "meta", conspiración malévola", "conjura", "forma", "estructura fundamental, y todas estas significaciones, junto con otras muchas, están en relación con "ardid" y "malicia". Como verbo (to design) significa, entre otras cosas, "tramar algo", "fingir”, "proyectar, "bosquejar", "conformar", " proceder estratégicamente ". La palabra en cuestión es de origen latino y contiene en si el termino signum, que significa lo mismo que nuestra palabra alemana Zeichen, signo, dibujo. Ambas palabras, por lo demás, tienen un origen común. Diseñar, por lo tanto, si lo traducimos al alemán, significa, etimológicamente, algo así como ent-zeich-nen, "de-signar” La pregunta que aquí nos planteamos es la siguiente: cómo ha adquirido la palabra diseño su significado actual, reconocido internacionalmente? El sentido de esta pregunta no es histórico, es decir, que no se trata de consultar en los textos dónde y cuando empezó a generalizarse ese significado concreto de la palabra. Hay que entenderla más bien semánticamente, es decir, que de lo que se trata es de pensar por que precisamente esta palabra ha adquirido el significado que se le atribuye en el debate actual sobre la cultura.
La palabra diseño, como hemos visto, pertenece a un contexto de ardides y malicias. De acuerdo con esto, el diseñador es un conspirador malicioso, que se dedica a tender trampas. En el mismo contexto aparecen también otras palabras muy significativas. Fundamentalmente las palabras ·~mecánica~ y "máquina" En griego, mechos designa un mecanismo que tiene por objeto engañar, una trampa, y el caballo de Troya es un ejemplo de ello. A Ulises se le llama polymechanikos, lo que nosotros en el colegio traduciamos como "el fecundo en ardides". La propia palabra mechos tiene su origen en la raíz "magh-", que podemos reconocer en las palabras alemanas Macht y mögen. Por consiguiente, una "máquina" es un mecanismo para engañar (como, por ejemplo, la palanca, que engaña a la gravedad) y la ~mecánica~ es la estrategia que sirve para burlarse de los cuerpos graves.
Otra palabra que también forma parte de este contexto es "técnica" La palabra griega techné significa "arte", y está emparentada con tekton ("carpintero"). La idea fundamental es que la madera (en griego, hyle) es un material amorfo, al cual el artista, el técnico, confiere una forma. Precisamente mediante tal acto es como el artista-técnico obliga a la forma a aparecer. La acusación fundamental de Platón en contra del arte y la técnica, radica en el hecho de que estas traicionan y desfiguran las formas (ideas) intuidas teoréticamente cuando las encarnan en materia. Los artistas y los técnicos son, a sus ojos, traidores de las ideas y embusteros, porque inducen maliciosamente a los seres humanos a contemplar ideas deformadas.
El equivalente latino del termino griego techné es ars, lo que en realidad significa (si me es licito emplear este termino del lenguaje callejero) el "truco", el "tranquillo" (o las "vueltas" en la expresión "cogerle las vueltas a algo"). El diminutivo de ars es articulum, es decir "artecilla", e indica que algo gira alrededor de algo (como por ejemplo, la articulacion de la muñeca). En consecuencia, ars quiere decir algo así como "volubilidad" o "manipulabilidadilidad", y artifex ("artista") designa principalmente a aquel que, con su labia, con sus giros, termina enredandole a uno. El genuino artista es el trilero. Y el sentido de esto se percibe con claridad en palabras como artificio, artificial o incluso artillería En alemán, un artista es un Könner, es decir, alguien que conoce algo perfectamente y que puede hacerlo, pues Kunst (arte) es el sustantivo de könner, (conocer, poder hacer). Aunque esto no excluye la tendencia a lo artificioso.
Esta reflexión, por si sola, constituye ya una explicación de cómo la palabra diseño ha podido ocupar el espacio que se le atribuye en el discurso actual. Las palabras diseño, máquina, técnica, ars y Kunst están estrechamente interrelacionadas, cada uno de los conceptos es impensable sin los demás, y todos ellos tienen su origen en la misma toma de posición existencial frente al mundo. Sin embargo, esta conexión interna ha sido negada durante siglos (al menos, desde el Renacimiento). La cultura moderna, burguesa, oponía de manera tajante el mundo de las artes al mundo de la técnica y las máquinas, de tal modo que la cultura se escindió en dos ramas ajenas la una a la otra: por un lado, la científica, cuantificable, "dura"; y, por otro, la estética, calificadora, "blanda". Esta distinción, dañina pero caduca, comenzó, a finales del siglo XIX, a pasarse de fecha. La palabra diseño salto la zanja que existía y formo un puente. Y esto sucedió gracias a que, mediante ella, la conexión interna entre técnica y arte se hizo palabra. Por consiguiente, hoy en día diseño significa mas o menos aquel lugar en el cual el arte y la técnica (y por ello el pensamiento valorativo y el cientifico) se solapan mutuamente, con el fin de allanarle el camino a una nueva cultura.
Esta explicación, aunque es bastante buena, no es suficiente. Puesto que lo que une los conceptos que hemos traído a colación es, sin duda, el hecho de que todos ellos (además de otros muchos) significan, también, ardid y malicia. La cultura a la que el diseño podrá allanarle mejor el camino será aquella que sea consciente de que es embustera. La pregunta es: ¿a que y a quién engañamos cuando nos comprometemos con la cultura (con la técnica y el arte, es decir, con el diseño)? Ahí va un ejemplo: la palanca es una máquina sencilla. Su diseño imita el brazo humano, se trata de un brazo artificial. Su técnica es, probablemente, tan antigua como la especie homo sapiens quizá incluso mas. Y esta máquina, este diseño, este arte, esta técnica, tiene por objeto engañar a la gravedad, burlar las leyes de la naturaleza y, usando de malicias, liberarnos de nuestras condiciones naturales, precisamente aprovechandose de una ley natural. Por medio de una palanca -y a pesar de nuestro propio peso- habremos de poder alzarnos hasta las estrellas, si es posible; y, si nos dan un punto de apoyo, habremos de ser capaces de sacar al mundo de su orbita. Este es el diseño que constituye el fundamento de toda cultura: enganar a la naturaleza precisamente por medio de la cultura, superar a lo natural mediante lo artificial y construir máquinas, de las que sale un dios que somos nosotros mismos. En pocas palabras: el diseño que está detrás de toda cultura consiste en, mediante engaños convertirnos a nosotros -simples mamíferos condicionados por la naturaleza- en artistas libres.
¿No es ésta una explicación genial? La palabra diseño ha adquirido su posición en el discurso habitual, gracias a que empezamos a ser conscientes de que ser un ser humano es un diseño en contra de la naturaleza. Pero, lamentablemente, tampoco podemos conformarnos con esto. Ahora que el diseño ocupa con claridad creciente el foco de interés, que la pregunta por el diseño ocupa el lugar de la pregunta por la idea, el suelo bajo nuestros pies comienza a tambalearse. He aquí un ejemplo de esto: las estilográficas de plástico recargables se están volviendo cada vez más baratas, y se tiende ya incluso a repartirlas gratuitamente. El material (hyle = madera) del que están hechas carece prácticamente de valor, y el trabajo (que, según Marx, es la fuente de todos los valores) es realizado, merced a tecnologías sofisticadísimas, por máquinas totalmente automatizadas. Lo único que confiere valor a esas estilográficas de plástico es su diseño, pues a él deben el hecho de que escriben. Este diseño es una fecunda coincidencia entre ideas geniales provenientes de la ciencia, el arte y la economía, que se han superpuesto, multiplicando así su capacidad creativa. Y sin embargo tenemos tendencia a no prestarle ninguna atención a ese diseño, razón por la cual las plumas recargables tienden a repartirse gratis (como soportes publicitarios, por ejemplo). Esas ideas geniales que están detrás de las plumas sufren el mismo desprecio que el material del que están hechas y el trabajo necesario para producirlas. ¿Como explicamos entonces esta devaluación de todos los valores? Pues a partir del hecho de que, gracias a la palabra diseño, estamos comenzando a darnos cuenta de que toda cultura es un engaño, de que somos embaucadores embaucados y de que cualquier compromiso con la cultura desemboca en el autoengaño. No hay duda de que, al superar la separación entre arte y técnica, se abrió un horizonte, dentro del cual podemos diseñar con perfección cada vez mayor, liberarnos cada vez mas de nuestra condición y llevar una vida cada vez más artificial (mas bella). Pero el precio que pagamos por ello es la renuncia a la verdad y a la autenticidad. Lo que la palanca hace, de hecho, es sacar todo lo verdadero y lo autentico fuera de su órbita y reemplazarlo mecánicamente por artefactos perfectamente diseñados Así, por consiguiente, todos esos artefactos adquieren el mismo valor que las plumas recargables: se convierten en gadgets de usar y tirar. Esto se pone de manifiesto , a más tardar, cuando morimos. Y es que, a pesar de todas las estrategias técnicas y artísticas (a pesar de la arquitectura de hospitales y el diseño de lechos mortuorios), el caso es que nos morimos, como se mueren todos los mamíferos. La palabra diseño ha adquirido la posición central que hoy tiene en el discurso común porque (y probablemente tengamos razón al hacerlo) estamos empezando a perder la fe en el arte y en la técnica como fuentes de valores. Porque estamos empezando a atisbar el diseño que se esconde detrás de todo ello.
Lo que esta explicación pretende es acabar con una ilusión Pero tampoco es absolutamente concluyente o irrebatible. Y aquí me veo obligado a confesar algo, y es que este ensayo sigue un diseño muy determinado: quiere sacar a la luz los aspectos pérfidos y engañosos de la palabra diseño Pues estos aspectos acostumbran a ser ocultados. Si su diseño hubiera sido otro, quizá hubiera hecho mas hincapié en la relación de la palabra diseño con signo, indicio, presagio, designación, designio; es posible que, en ese caso, hubiera surgido una explicación distinta, e igual de plausible, de la condición actual de la palabra en cuestión. Así es la cosa: todo depende del diseño.
Traducción Pablo Marinas, fuente: filosofía del diseño, editorial sintesis